sábado, 3 de enero de 2015

Y así... apareciste... de la nada!


La amistad es un valor indiscutible pero escaso, muy escaso.
Uno se pasa la vida conociendo gente, creyendo que algunos de esos conocidos van a ser amigos y al final nos damos cuenta de que no todos merecen esa credencial. El cedazo del tiempo y los acontecimientos, dejan en el fondo del garbillo pocas pepitas del oro de la amistad. Crecen las “amistades” pero no los amigos.
La fidelidad, la sintonía de ideas, la disposición incondicional, la aceptación de mutuos defectos, la sinceridad sin tapujos, la similitud en gustos y preferencias, el respeto a la diversidad, son ingredientes básicos para compartir el plato de la amistad necesariamente aderezado con lo más escaso: La lealtad...

Es curioso que el número de los que en un día pasaron de conocidos a amigos vaya descendiendo inadvertidamente, casi de puntillas, hasta el punto de que un día te das cuenta de que amigos, lo que se dice amigos, te quedan muy pocos; ¿qué pasó?: simplemente que unos cumplieron su tiempo y desaparecieron y otros, la mayoría, pasaron a ser simples “amistades” pero no amigos. ¿Lejanía, tiempo?. Para mí que tienen mucho que ver las divergencias de perspectivas. El foco de las ideas cambia a medida que el tiempo transforma el escenario. Todos evolucionamos durante el paso por la vida: yo, también.
Sea cual fuere la causa, el resultado es que el oro de la amistad se ha oxidado.

Mi querido nuevo amigo, intuyo que tenemos mucho en común y que va a ser un bálsamo nuestra amistad porque estoy seguro de que vamos a compartir felices nuestras experiencias.
Nunca me ha gustado que a los mayores se nos agrupe como a un colectivo más, con parámetros de edad. Entiendo que, a efectos administrativos, nos metan en una clasificación burocrática... lo que me gusta es que ambos vamos por la misma edad pero no parecemos jajaja...
Pero no me encaja que los humanos con los que convivimos, con la mejor intención, nos discriminen y nos guarden en el armario de los trastos inútiles, como fuera de juego Y es que no se dan cuenta de que somos los mismos cada vez que cumplimos años. Si conservamos el don de la salud, las ganas de vivir, de conocer, de disfrutar los avances tecnológicos para seguir enriqueciendo nuestra mente; si nos gusta, en una palabra, vivir nuestro tiempo ¿ porqué se nos considera fuera de su juego? Nuestra juventud mental nos da la ventaja de transmitir lo que sólo el tiempo produce: nuestra experiencia. Esa es nuestra ventaja; gracias a la modernidad, que también es nuestra, y, utilizando esta herramienta, este invento, que a los dos nos fascina (ambos estamos pegados en la tecnología en este momento), seguiremos dando fruto como lo dan las encinas centenarias.
Nuestro ordenador será nuestra mesa camilla y a ella invitamos a cuantos quieran participar.
Es interesante como después de muchas noches uno encuentra en una persona lo que aveces piensa ya no existe... una buena amistad... una buena conversación... una sonrisa cálida... un abrazo de amigo... Solo espero que esto pueda seguire creciendo... Ha sido una buena noche... hace mucho tiempo extrañaba eso.

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